• José Joaquín Tárraga

En el aniversario de la Ordenación Sacerdotal

Hoy, 16 de junio, ha sido un día como otro. La verdad es que lo único que ha cambiado es que algunas personas me han llamado o han mandado un email para felicitarme en el día de mi aniversario de ordenación.

Hace seis años que D. Francisco Cases nos imponía las manos y nos consagraba para el servicio de la Iglesia de Albacete. Éramos dos seminaristas. Dos jóvenes con ganas de trabajar, de comunicar que merece la pena seguir a Cristo. Dos cristianos, seguidores de Jesús, que nos comprometíamos de por vida al servicio de Dios y los hermanos.

Yo, por aquel entonces, era formador del Seminario de Albacete. Recuerdo con nostalgia, alegría y emoción a los seminaristas menores que me acompañaron y apoyaron. Chavales llenos de vitalidad e ilusión, con ganas de crecer y hacerse mayores. Ellos empezaron a enseñarme lo que es ser cura, a confiar de veras en el Señor, a ser mejor persona, a querer más, a limar asperezas y a contener los enfados y desilusiones.

Han pasado los años, cinco en Peñas. Aquí me siento bien, vivo, realizado, feliz. Me siento sacerdote. Me siento seguidor. Dentro de unos días viviremos la mayor alegría desde que pertenezco a esta comunidad. Uno de los nuestros, de nuestra parroquia, será ordenado sacerdote. Se comprometerá, como hice yo en su día, en la causa del Evangelio respondiendo a la llamada a ser sacerdote.

Las estadísticas dicen que faltan sacerdotes. Que faltan jóvenes que quieran lanzarse a la misión del anuncio del Evangelio. A mí esto me preocupa. Y parece que preocupa a más gente. Hoy en la Colonia del Sahúco lo exponían algunos grupos en la revisión de curso.

La verdad es que nos preocupa, pero no sabemos qué hacer. Dios sigue llamando pero no hay respuesta. ¿Quién irá de parte suya? ¿A quién enviará? Creo que sólo nos queda ser más coherentes, más fieles, mejores seguidores.

Conozco muchos jóvenes. Gente buena. Cristianos a los que el Señor ha mirado con cariño, como al joven rico. Confío plenamente en que esta alegría que vamos a vivir en las Peñas el próximo 14 de julio, se repetirá dentro de algunos años con algún joven más. Mi deseo es que esta valiente y formidable locura de seguir al Señor se contagie por la diócesis de Albacete. ¿Un sueño? Posiblemente, un sueño realizable.